Anhelarla, pedirla,… vivirla. Es una palabra que Jesús la usaba frecuentemente durante su paso por la tierra. Una paz que salía de su boca, pero también de su corazón. Que llegaba hasta lo más profundo del espíritu de quienes recibían este mensaje.

Que también nosotros la busquemos, pues nos hace tanta falta. Cuando los problemas se presenten y parezca que todo se fuera a derrumbar. También cuando sintamos que nuestras dificultades no se van a solucionar. Cuando la tristeza es tan grande, que no admite consuelo.

Este mes, la Iglesia recuerda de manera especial a los fieles difuntos. A las personas que descansan en paz. Aquellas que ya disfrutan de la visión de la Santísima Trinidad, y también las que esperan un poco más, porque necesitan purificarse para llegar al Cielo.

Recurramos a estas almas que están cerca del Señor, para que nos alcancen de Él esa paz que tanto anhelamos. Acudamos también a la Reina de la Paz, la Virgen María, para que nos brinde el sosiego que necesitamos, para continuar caminando por la vida, con la alegría del que se sabe hijo de Dios.

Saludos,  

Departamento de Familia