Además de su gracia cuantiosa y eficaz, el Señor te ha dado la cabeza, las manos, las facultades intelectuales, para que hagas fructificar tus talentos.

Dios quiere operar milagros constantes -resucitar muertos, dar oído a los sordos, vista a los ciegos, posibilidades de andar a los cojos…-, a través de tu actuación profesional santificada, convertida en holocausto grato a Dios y útil a las almas. (Forja, 984).

Nos falta fe. El día en que vivamos esta virtud -confiando en Dios y en su Madre-, seremos valientes y leales. Dios, que es el Dios de siempre, obrará milagros por nuestras manos.

—¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía, María Santísima, ¡haz que yo crea! (Forja, 235).

La providencia ordinaria es un continuo milagro, pero… Él pondrá medios extraordinarios, cuando sean precisos. (Forja, 658).

No soy “milagrero”. —Te dije que me sobran milagros en el Santo Evangelio para asegurar fuertemente mi fe. —Pero me dan pena esos cristianos -incluso piadosos, “¡apostólicos!”- que se sonríen cuando oyen hablar de caminos extraordinarios, de sucesos sobrenaturales. —Siento deseos de decirles: sí, ahora hay también milagros: ¡nosotros los haríamos si tuviéramos fe! (Camino, 583). 

VIDEO

Saludos,  

Departamento de Familia