Artículos

Pentecostés en familia

En una pequeña habitación se encuentran los apóstoles, temerosos, confundidos, pues Cristo ya no estaba físicamente con ellos.  Él les había prometido que no los dejaría solos. De repente, se escucha un ruido, y lenguas de fuego se posan sobre cada uno de ellos. Ese día nace la Iglesia: el Espíritu Santo irrumpe en sus vidas y el miedo se convierte en misión. 

Quizá, puede estar ocurriéndonos lo mismo que a los apóstoles: que nos sintamos temerosos, sin fuerzas para sobrellevar el dolor, sin saber qué hacer ni cómo resolver los problemas que aquejan a nuestras familias, sin ganas de rezar, con poca paciencia para ayudar en casa o tolerar los defectos de los demás.

Nosotros también podemos vivir nuestro Pentecostés en familia, —esa pequeña iglesia doméstica, que tenemos la misión de sacar adelante—  dejando que Dios habite entre nosotros a través del respeto, la oración, el servicio mutuo.

Que esta fiesta de Pentecostés sea el inicio o el impulso para valorarnos más, para animarnos cuando estemos cansados, para perdonarnos cuando hayamos fallado, para comunicarnos mejor, con amabilidad y cariño.

Recordemos que el Espíritu Santo actúa silenciosamente, pero con fuerza: como el viento, no se ve, pero se siente cuando pasa.