Caminar, hablar, leer, obtener un título, ser más ordenado…todo ¡poco a poco! Todo en la vida se toma su tiempo. En algunas ocasiones más de lo que debería. Pero, cada una de esas cosas que hemos ido aprendiendo, han sido motivo de satisfacción, de alegría y de motivación para nuevos aprendizajes. Apresurarnos o abandonarlo en el intento, son causa de sufrimiento. Mejor, hacer las cosas a conciencia, viviendo el momento, disfrutando del camino, reconociendo el esfuerzo que hacemos y el que nos falta aún para lograrlo. Y esos son los pequeños y grandes éxitos, en todos los ámbitos de nuestra vida: en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos, con los demás.
Con el pasar de los años, sea por edad o por enfermedad, puede ocurrir, que, así como poco a poco fuimos aprendiendo, también poco a poco vayamos olvidando, o perdiendo facultades que siendo tan nuestras, jamás hubiéramos pensado perderlas.
Pero, lejos de causarnos enojo o rebeldía, debemos llenarnos de gratitud, por lo que algún día logramos hacer, por la alegría que nos causaron esos pequeños momentos y que nos hicieron sentir que estamos vivos.
Departamento de Familia