Esta Semana Santa es una ocasión especial para volver los ojos a Dios. Al rememorar todas las escenas que precedieron al Viernes Santo en el que Jesús padeció, murió y fue sepultado, nos recogemos esperando el día en que se consumó nuestra redención.
Al morir Cristo fuimos redimidos del pecado, ya que Él pagó el precio del rescate que todos necesitábamos para volver a consolidar nuestra amistad con Dios, rota por la falta grave cometida por nuestros primeros padres, al desobedecer el mandato divino.
Hay que vivir con intensidad esta época del año, en la que todos los cristianos unimos nuestros corazones suplicando el perdón que nos fue concedido, y que logra su plenitud el Domingo de Pascua, en el que el Señor resucitó.
Asistamos a los oficios litúrgicos, en especial al Triduo Pascual. El Triduo comienza con la misa vespertina de la cena del Señor; alcanza su cima en la vigilia pascual, y finaliza con las vísperas del Domingo de Pascua. El misterio pascual que celebramos en los días del Sagrado Triduo, es la pauta y el programa que debemos seguir en nuestras vidas.
Toda la familia junta. Desde los más pequeños. Algunas veces los niños se distraen un poco, pero esto no puede ser un impedimento para no llevarlos, ya que luego no se acostumbrarán y dejarán a un lado, restándole importancia, a esta gran fiesta litúrgica.
Caminemos de la mano de la Virgen María, Corredentora, quien fue la criatura que más sufrió la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y disfrutemos, también tomados de su mano, de la feliz Pascua de Resurrección que viviremos este domingo.
Saludos,
Departamento de Familia