Todos deberíamos tener claro, cuál es el camino a seguir. La ruta que debemos transitar para llegar a la meta que Dios estableció desde que decidió crearnos. Dicen las Escrituras que: “antes de formarte en el vientre ya te había elegido; antes de que nacieras ya te había apartado;…”.

Nadie es producto de la casualidad, aunque algunas veces se escuche mencionar a ciertas personas, esta expresión equivocada.

El Señor, desde pequeños, quiere que los padres formen bien a sus hijos. Que no sólo se preocupen de vestirlos y darles de comer, sino también de educar su voluntad, de fomentar su espíritu cristiano, de repetir con ellos todos los días, hábitos buenos,… de convertirlos en mujeres y hombres virtuosos.

Y para conseguir esto, nos pone en el camino señales. Así como en las avenidas y calles: semáforos, letreros,… signos. Gente que se preocupa de orientarnos; libros de formación doctrinal; charlas que nos guían;… y podríamos añadir muchos medios más, que nos dan la certeza de que estamos recorriendo nuestra vida como Él lo desea.

Recursos que pueden hacer la diferencia, sólo si nosotros queremos y estamos dispuestos a ponerlos en marcha. ¿Nos animamos a recorrer esta ruta, y no sólo por nuestros hijos, sino también por nosotros? Como decía San Josemaría: “La vida cristiana es un constante comenzar y recomenzar, un renovarse cada día”.

Saludos,                                                                                  

Departamento de Familia