…Y sal de la tierra. Es lo que nos pide Jesús en el Evangelio. El sol no fue creado para darse calor a sí mismo. Ni las rosas para disfrutar de su fragancia. Fueron hechos, para que todos nos beneficiáramos de su existencia.
Por lo tanto, fuimos puestos por Dios en este mundo, para que brindemos a los demás, todas las cualidades que nos fueron regaladas, practicando las Obras de Misericordia corporales y espirituales.
¿Cuáles son? Repasémoslas: Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Dar posada al peregrino. Vestir al desnudo. Visitar al enfermo. Visitar a los presos. Enterrar a los difuntos. Enseñar al que no sabe. Corregir al que se equivoca. Dar buen consejo al que lo necesita. Perdonar las injurias. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Orar por los vivos y los muertos.
En estos momentos, habrá algunas que tal vez no podamos practicarlas, pero hay otras que sí. Hay mucha gente que está pasando necesidad, o se encuentra muy asustada. Acaparar, por ejemplo, comestibles o insumos para la desinfección, más de los que podemos necesitar, es faltar a la caridad, y olvidar las Obras de Misericordia.
Y además, es como un boomerang. Pues al pasar necesidades nuestros prójimos, éstos se encuentran desprotegidos, convirtiéndose en posibles focos de contagio, que tarde o temprano nos infectarán a nosotros.
¿De qué manera somos luz del mundo y sal de la tierra, en estos momentos difíciles por los que el mundo entero está atravesando?
¿Faltando a la caridad? ¿Siendo soles que se alumbran a sí mismos, o rosas que disfrutan de su fragancia, olvidando que el Señor nos creó para darnos a los demás?
Tenemos mucho tiempo en nuestras casas para hacer oración; solos, o con toda la familia. Rezar el Rosario, es una de las oraciones más poderosas que existen. Continuemos rezándolo, o comencemos desde ahora.
Saludos,
Departamento de Familia