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Ser luz y no cruz

Todos queremos que las personas que amamos, con las que convivimos y también con las que compartimos, de una manera esporádica o accidental, se sientan bien y sean felices. Hacemos cosas que pueden ayudarlos a alcanzar ese bienestar del alma y del cuerpo, y nos preocupamos de los detalles, renunciamos a cosas, tenemos paciencia, en definitiva, pensamos en ellos. Cuando vivimos así, somos luz para los demás.

Sin embargo, sin darnos cuenta, nos podemos convertir en una carga para los demás, y en lugar de ser luz para ellos, nos convertimos en una cruz. Por ejemplo, cuando desanimamos a los demás con nuestras quejas, en lugar de aportar con la luz del optimismo y enfocarnos en las soluciones más que en el problema. O tal vez, sin tener la intención de lastimar, decimos cosas sin ningún cuidado y hablamos de una manera poco amable e hiriente, convirtiéndose en una carga muy pesada para los otros, en lugar de que nuestras palabras motiven, edifiquen o consuelen.

En definitiva, si pensamos un poco sobre nuestras acciones nos daremos cuenta de que habrá situaciones en las que hemos sido una cruz para nuestra familia, compañeros, vecinos o amigos. Pero también, reconoceremos que muchas veces hemos sido luz, y que podemos seguir trabajando en esas actitudes que llenan de alegría y paz a los demás.

En este tiempo de cuaresma, reflexionemos sobre nuestras acciones, para que estén cargadas de generosidad y optimismo, y sean luz que ilumine el camino de otros.

Departamento de Familia