Ser otro Cristo

Probablemente el Cristo más próximo que encuentren nuestros amigos y familiares seamos nosotros. ¡Una gran responsabilidad, una hermosa tarea!

Jesús nos escoge, nos ama, nos llama y nos envía. En sus años de vida pública, preparó a sus apóstoles para que continuaran con su misión en la Tierra.  Dejó en manos de su Iglesia la tarea de atraer almas y llevarlas a Dios. Quiere que seamos sus manos, manos que ayudan, bendicen, comparten.  Que seamos sus pies, que salen al encuentro del hermano que está solo y sufre. A través de nuestra vida, Él quiere estar para todas las generaciones venideras.

Ser otro Cristo es abrazar, como Él, el madero que salva: la Cruz. Los santos llevaron sus cruces, y así pudieron ser imagen de Dios para el mundo. Y ¿cómo vamos nosotros de sacrificios? Las pequeñas renuncias de cada día nos hacen fuertes y nos preparan para vivir una vida de ofrecimiento y de entrega.  Querer imitar a Jesús, necesita de nuestra perseverancia en la lucha por mantenernos cerca, por conocerlo y amarlo más y seguir con valentía sus enseñanzas.

Pero, si huimos al sacrificio, si no hablamos con Dios en la oración, el enemigo que siempre nos busca nos alejará y no seremos los instrumentos que Dios necesita para continuar la obra de la Redención. Si le hemos dado la espalda a Dios, pidámosle perdón y comencemos de nuevo. Aceptemos su invitación y pongamos en práctica sus enseñanzas, Él nos está esperando.

Saludos,

Departamento de Familia