En todas las circunstancias. Y servimos cuando visitamos y cuidamos a los enfermos; cuando damos de comer al hambriento y de beber al sediento; cuando vestimos al que no tiene ropa y visitamos al cautivo. Cuando enterramos a los difuntos.
También servimos cuando enseñamos al que no sabe y damos consejo al que lo necesita; cuando corregimos al que yerra y perdonamos las injurias; cuando consolamos al triste y sufrimos con paciencia los defectos de los demás; cuando rogamos a Dios por los vivos y difuntos.
Jesús vino al mundo para servir, y nosotros debemos ser imitadores de Él. ¿Y a quiénes servir? A los que están a nuestro lado, o se nos presentan por el camino. Cuántas veces nos encontramos con desconocidos, que extienden su mano porque no hay más personas a quien pedir, y recurren a nosotros. Y cuántas veces viramos la cara a un lado, o agachamos la cabeza, o simplemente miramos con indiferencia a ese prójimo, que es el mismo Cristo.
Recordemos lo que está escrito en el Evangelio: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el Señor les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”
Vivamos,… para servir a los demás.
Saludos,
Departamento de Familia