Siempre…, en paz

A veces tenemos derecho a disgustarnos, pero es un deber absoluto, irnos a dormir por la noche en paz. San Pablo dice: “Si os enojáis no pequéis; no se ponga el sol estando todavía airados, y no deis ocasión al diablo”.

Es un deber reaccionar ante las injusticias, pero mantener la paz interior es un deber aún mayor.

Preguntémonos entonces: ¿Cómo debemos manejar nuestras reacciones de ira? A veces, hay que hablar de ella con quien pueda ayudarnos a recuperar la calma. Nunca olvidemos que las iras contenidas y guardadas, son destructoras. Pero esto no quiere decir que hay que explotar, porque la salud se deteriora, y el espíritu pierde la paz.

Con la gracia de Dios, y dejando al margen nuestro enfado, la ira podrá desaparecer poco a poco de nuestra vida, lo cual es un gran beneficio para uno mismo y para quienes nos rodean.

Permanecerá la confianza; la disposición de combatir por la justicia; la fortaleza para salir en defensa de la verdad, pero dejando a un lado todo componente pasional o violento que pueda hacer daño a los demás.

Y todo irá mejor… Siempre…, en paz.

Saludos,

Departamento de Familia