Nuestras hijas e hijos son diferentes. Es cierto que las virtudes son las que moldean de una manera importante a los seres humanos. Estos hábitos operativos buenos consiguen que una persona crezca en su interior, y sea un valioso aporte a la sociedad.
Pero así como los dedos de una mano, todos ellos nacen con sus particularidades. Unos son más emotivos que otros; algunos toman las dificultades como un reto a superar inmediatamente, mientras que otros son más lentos; unos optan por las tareas intelectuales, mientras que otros no;… de todo hay en la viña del Señor. También tenemos que tomar en cuenta, algunos problemas de salud que ocasionan que nuestros hijos no sigan al mismo ritmo que sus hermanos. En fin,… es nuestro deber como padres, tener en cuenta estas diferencias para no tratar a todos por igual, y peor, establecer comparaciones a la hora de reprenderlos por una falta, o por una actividad en la que un miembro de la familia se destaca, mientras que el otro no.
Es un error pensar que todos en la casa tienen que ser excelentes deportistas, o alumnos muy buenos en sus estudios, o artistas que sobresalgan por las obras que realizan. Tendremos hijos que son grandes deportistas, o brillantes estudiantes, o estupendos artistas. Pero no pensemos que todos tienen necesariamente las mismas cualidades.
Menospreciar porque no patean una pelota, o porque les gustan los bichitos, o porque no tienen un carácter fuerte, causa resentimientos muy profundos, que luego salen a relucir y se manifiestan de diferentes modos, algunos muy serios.
Que no tengamos que arrepentirnos. Demos gracias a Dios por las hijas e hijos que nos ha dado. Que estudien, que se esfuercen, que vivan los valores que les enseñamos, pero sin perder de vista esos talentos diferentes que el Señor les ha concedido a cada uno, según su capacidad.
Saludos,
Departamento de Familia