Soy lo que rezo

Siempre me ha llamado la atención, cómo en el mundo, hay personas que, a pesar de sufrir, sonríen; que, habiendo perdido cosas o personas importantes en su vida, pueden ver el futuro con optimismo. ¿De dónde sacan la fuerza para ello?  ¿Qué las motiva a seguir y ver la vida con esperanza?

La oración es el secreto, es el arma poderosa que nos reviste de esa fuerza que necesitamos para no caer en la tentación de la tristeza y la desesperanza, que nos sostiene y no nos dejará caer en abismos sin salida ni desviarnos del camino.

La oración une nuestro corazón con el corazón de Jesús y eleva nuestro espíritu al Cielo, haciéndonos más espirituales. Nos impulsa a caminar tras sus huellas. Nos libera de las cosas del mundo y no hace deleitarnos con las cosas de Dios.

Te pedimos Padre, que despiertes en nosotros un corazón dispuesto a la oración, enséñanos a orar y a encontrarnos contigo. No permitas que los afanes del día a día nos roben el espacio para hablar de corazón a corazón contigo Señor y con nuestra Madre del Cielo.

La oración es un buen abono que hace, de una pequeña semilla, un árbol frondoso con muchísimas flores y frutos. En la medida que rezamos nuestro corazón se va asemejando más al de Jesús. Si no nos sentimos bien, si nos desanimamos, si vivimos con angustia, es porque no estamos rezando.  La oración es el secreto.

Saludos,

Departamento de Familia