Hay muchas cosas buenas en la vida de todo hombre; pero, para nosotros, la más importante es amar a la esposa. Y esforzarnos todos los días de nuestra vida -hasta que la muerte nos separe-, por hacerla feliz.
Y así como una casa está hecha de muchos ladrillos, al amor se lo construye, sobre muchas actitudes. En casa, y sin ningún motivo especial, abrazarla; darle un beso; escucharla (muy importante); decirle cosas lindas, aunque sean monosílabas; respetarla; si hay algún inconveniente, nunca gritar, y si va a gritar, cuente hasta 20, y ya no querrá gritar; tener detalles con ella (tener detalles no significa comprarle cosas caras. Si tiene dinero, bueno, cómprele cosas que cuesten más); no hacerla quedar mal en reuniones, hablando de sus defectos o burlándose de sus errores.
Y, sobre todo, recurrir a la Virgen, pidiéndole que la proteja y la libre de todo mal.
No deje que la llama del amor se apague, y si se apaga, vuelva a encenderla; no es que se apaga…, y esto se acabó. Siempre existe la posibilidad de que, a las cenizas, les pongamos encima leña, para que, prendiéndose, vuelva a aparecer la llama. Llévelo a la práctica. Si no lo ha hecho, vuelva a recomenzar; su esposa…, lo está esperando.
Saludos,
Departamento de Familia