La figura de San José, de quien no se conoce ninguna palabra –escrita en el Evangelio- que haya pronunciado, fue realmente decisiva en la historia de la salvación de la humanidad.
Dios lo puso al frente de la Sagrada Familia, y le entregó muchos dones para que pudiera convertirse en esposo de María, y en el padre adoptivo de Jesús. Fue una gran responsabilidad tener que cuidar, educar, mantener y enseñar el oficio de artesano a su Hijo; y proteger, darle seguridad, y amar como verdadero esposo a la Virgen. Días enteros de trabajo. Componer y elaborar los encargos que le solicitaban, suponían un gran esfuerzo de su parte, ya que de su trabajo dependía la estabilidad no sólo económica de su hogar.
El Señor no le regaló milagros, para que pudiera confeccionar los materiales que le entregaban, en un abrir y cerrar de ojos. Cuando algo no le salía bien, tendría que volver a comenzar, para entregar algo digno y bien elaborado a quien le encomendaba una labor determinada. Luego Jesús, también con el sudor de su frente, lo ayudaría a terminar una obra, cuando tuvo edad para acompañarlo en sus faenas.
Todo esto, sin olvidar lo que sufrió cuando se enteró de que su esposa estaba embarazada, sin conocer que era por obra y gracia del Espíritu Santo; cuando recorrió las posadas buscando un lugar para que nazca su Hijo; cuando huyó a Egipto para evitar que Herodes matara al Niño; cuando comenzó a ganarse la vida en un país extraño para él como era Egipto; cuando regresó y se estableció en Nazaret y no en Belén, su pueblo natal; cuando Jesús estuvo perdido por tres días en Jerusalén; cuando enfermaban y había que buscar los remedios para que se restablezcan el Niño y su Madre.
La misión que tuvo que desempeñar San José, durante su vida, no fue fácil, como pudiera pensarse. Es quien más amó a la Virgen y al Niño Dios, y quien más conoció la personalidad de ambos.
Es por esto que debemos tenerlo presente en nuestras actividades diarias. Tratarlo como si lo tuviéramos junto a nosotros, sobre todo cuando el trabajo se nos hace más difícil y tenemos que realizar una tarea muy complicada. Es el amigo silencioso; el de las manos fuertes; el de la mirada serena; aquel que desempeñaba su labor con una enorme diligencia, para acabar con perfección todo lo que a él le confiaban.
Hoy, 19 de marzo, celebramos el día de San José. Tal vez tenga el nombre del Santo Patriarca; si es así, muchas felicidades en su onomástico. Si no lo es, sepa que también debe sentirse feliz, porque es el Patrono de los trabajadores; de quienes, como usted, están forjando la historia con sus manos y con su mente.
Saludos,
Departamento de Familia