Sí, un beso. En la boca; en la mejilla; en la frente; en la mano… No deje de dar un beso a su esposa -a su esposo- en cualquier momento del día. Si no pudo saludarla o despedirse de ella -de él- con un beso, no importa; tiene todo el día para hacerlo. Sólo basta que se lo proponga…, y ¡ya!
Acercar los labios al rostro de su cónyuge, no cuesta nada: ni dinero, ni esfuerzo, ni necesidad de pedir permiso, ni de arreglarse o estar perfumado. Pasan los años…, y el beso, quizá no es apasionado, pero sigue teniendo su significado.
No espere a ser como Rubén Darío, con tanto amor en sus poemas. No lo necesita para dar un beso. Dele el tiempo que usted quiera, desde un segundo hasta…, sin tiempo.
Y por último…, si no puede hacerlo con los labios, lea lo que dice Gustavo Adolfo Bécquer:
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.
Bese, simplemente…, bese.
Nos despedimos…, con este verso de Gabriela Mistral:
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Saludos,
Departamento de Familia