Un día todo cambió

La historia de la humanidad se dividió en un antes y un después. La venida del Mesías marcó un nuevo comienzo, devolviendo sentido a nuestra vida y mostrándonos el camino. Así de inmenso fue el regalo del nacimiento de un pequeño Niño en un humilde pesebre.  En esa noche milagrosa, los cielos se abrieron y todo cambió para siempre.

Jesús, Tú cambiaste el curso de la humanidad. Ahora te pedimos: ven a nacer en nosotros. Te ofrecemos un lugar más pobre que ese pesebre; a veces le falta el calor de los animales, la alegría de José y María, la luz de la estrella, las alabanzas de los ángeles y pastores, la generosidad de los reyes. Pero, te necesitamos para transformar nuestro corazón y así darte el mejor de los lugares.

Que nuestras preocupaciones diarias y el cansancio no apaguen nuestra esperanza. Que no perdamos la ilusión de encontrarnos contigo, Jesús. Cada gesto de amor vale: una palabra de ánimo, una sonrisa sincera, un acto de generosidad. Miremos a los demás y descubramos a nuestro Rey en ese hermano que tanto nos necesita.

Encendamos nuestra tercera vela de Adviento y, de la mano de nuestra Madre, abramos nuestro corazón para recibir el Amor que ha venido a traernos, el Mesías, el Hijo de Dios.