La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.
Jesús Rey de reyes, esperado por mucho tiempo, como un guerrero que ejercería su poder imponiéndose sobre los que esclavizaban a su pueblo, llegó a este mundo como un pequeño niño, sin poder, sin armas, sin castillo. Jesús, vino al mundo con el amor como arma, como Rey de la paz, como servidor de todos.
Jesús reina en la inteligencia, en la voluntad y en el corazón de los hombres y mujeres que buscan la verdad, que se someten a la voluntad divina y que lo aman con todo su corazón. Él no reina a la fuerza, no quiere infundir miedo, quiere que lo amemos y ser el Rey de nuestra vida.
¿Qué tan dispuestos estamos en convertirlo en nuestro Rey? Seguir a Jesús, amar como Jesús, implica sacrificio, nos invita a abrazar la cruz de cada día. Sus discípulos, al principio, no lo entendieron: uno lo entregó, otro lo negó, otros huyeron, pero cuando comprendieron la forma de entregarse de Jesús, el Reino de Dios se extendió. Ahora nos toca a nosotros continuar con esa misión, llevando el Reino de Amor a los confines de la Tierra.
Que el Reino de Dios comience en nuestro corazón, que sintonicemos con Él, que sus sentimientos sean los nuestros. Jesús pone su rostro en los más vulnerables para que lo amemos a través de ellos, pues cada vez que escogemos amar, hacemos crecer el Reino de Dios en el mundo.
Saludos,
Departamento de Familia