El Bautismo de Jesús no solo marca el inicio de su vida pública, sino que revela su identidad y su misión. Jesús no necesitaba bautizarse, sin embargo, lo hace reflejando su deseo de seguir el plan divino, siendo para nosotros un ejemplo de obediencia y humildad.
Jesús nos muestra la importancia del bautismo para nosotros, nos incorpora a la gran Familia de Dios y nos da una nueva identidad: nos hace hijos de Dios. Sabernos sus hijos, nos invita a vivir con la seguridad de que somos amados por Él y nos llama a reflejar ese amor en nuestras relaciones, actitudes y acciones.
El Bautismo también nos recuerda que el Espíritu Santo está con nosotros siempre: guiándonos, fortaleciéndonos y ayudándonos a vivir como verdaderos hijos de Dios y testimonios de su amor en medio del mundo.