Cuando rezamos, nos vamos haciendo más del Cielo que de la tierra. Lo que nuestra Madre quiere es que vivamos siempre unidos a Dios. La oración obra milagros en los corazones; por eso nos pide orar, especialmente el Santo Rosario.
Cuando dejamos de rezar, el corazón se debilita, se enfría y se aleja del verdadero amor. Las guerras exteriores nacen de corazones sin Dios.
En una familia que reza unida, Jesús está presente: se perdonan las ofensas, el amor se fortalece y reina la paz. La Virgen nos pide rezar el Rosario porque quiere formar en nosotros un corazón semejante al de su Hijo.
Cada misterio del Rosario es una ventana al Evangelio y nos enseña a amar como Jesús. Meditarlos es contemplar la vida de Cristo con los ojos de su Madre; es aprender a vivir con fe en medio de todo lo que nos pasa.
Rezando el rosario alcanzamos la paz del corazón y del mundo. Cada Avemaría es una flor ofrecida a nuestra Madre y una súplica al cielo.
Recemos con nuestros hijos y por ellos. ¡Que nuestra Madre Santísima nos bendiga!
Departamento de Familia