Primero son palabras. Después frases, y luego estrofas que van y vienen. Y que pueden herir espiritualmente a quienes reciben estas expresiones llenas de ira, y en algunos casos, de violencia verbal.
Y a esto, no deben llegar las discusiones que se tengan entre los esposos. Es cierto que hay malentendidos, y que de repente no se está de acuerdo con alguna situación específica que ocurre dentro del hogar. Convertirlo en un campo de pelea, es algo que no debe ocurrir. Pensemos que perdemos nosotros, y también pierden los hijos, porque tomarán partido por uno de los cónyuges. Y entonces escucharemos: “mamá es mala”, “papá es malo”, y esto produce intranquilidad en ellos.
Salgamos, conversemos, dejemos nuestras discrepancias fuera de la casa.
Hay personas, ajenas al matrimonio, con buen criterio, que pueden apoyar para resolver estos conflictos. Ellos ayudarán a mejorar nuestra relación. Mientras más pronto los busquemos, mejor. Y quizá, nos daremos cuenta de que estábamos ahogándonos, en un vaso de agua.
Luego vendrán las paces, y el hogar volverá a convertirse en un lugar luminoso y alegre. Tratemos siempre, de encontrar la solución a estos problemas, que suelen presentarse durante la vida matrimonial.
Y nunca olvidemos, que el mejor remedio para la unión familiar, es la oración. La familia que reza unida,… permanece unida.
Saludos,
Departamento de Familia